El resto del puente lo he pasado en esa especie de burbuja espacio-temporal rara de volver a cohabitar con tu familia, donde te vuelves a adaptar a sus ritmos vitales, disfrutas con las comidas copiosas y sabrosas y te dejas abrazar a menudo. Además, he luchado (visualmente) con mosquitos que entre sus patas podrían coger pelotas de tenis, extrañado camas y almohadas duras, dopado con antiestamínicos para mi alergia a algún-ácaro-raro-de-la-humedad-de-la-playa y durmiendo como una bendita gracias a las cantidades ingentes de sol y menos ingentes de esas pastillas.
Y el caso es que todas estas, otras veces son razones poderosas para querer volver pronto a mi hábitat… pero esta vez… un cierto jet lag de sol me ha hecho dudar sobre mi verdadero sitio.Jet lag de sol y bajo las baldosas
La playa es ese lugar tan ansiado por muchos en verano. Yo, para marcar de nuevo la diferencia, sin saberlo pero intuyendo que habrá gente que piense como yo, o algún grupo de facebook que me haga sentir menos rara (y si no, debería darme igual), confieso que me gusta la playa pero no en verano. Acabo de llegar de pasar el puente de Semana Santa en Islantilla. Ha hecho frío, genial. Me he puesto al sol de espalda, de cara, de lado, … a ese sol de invierno o principio de primavera, ese que sienta tan bien, ese que a los caracoles y a mí nos gusta tanto. He tomado el sol en el césped del irlandés donde desayunaba, en la terraza de la carpa de las dunas a la hora de la cerveza del mediodía, después de comer en la tumbona y a media tarde al asomarme a ver las vistas horizontales. Yo soy así. Hay quien carga baterías con el sol porque es muy ecológico, yo no sé si las cargo o las descargo o si las dejo en stanby, la cosa es que mis pecas en la nariz y yo hemos disfrutado.
He salido a despedirme de los hierbajos. De los que sobresalen pero sobre todo de aquellos que tienen el oído pegado al suelo (al suelo mío, techo suyo), intentando enterarse de qué pasa fuera, interpretando vibraciones y ritmos al andar, diferenciando madre, padre, hermana o perra, preguntándose qué habrá, si será ese paraíso de sol tal y como lo cuentan. Les he dedicado unas pisadas de converse azules-con-gatos-negros-amuleto-extraño, pero no intentaba animarlas a salir, simplemente empatizaba con ellas y les apoyaba en su decisión. Les daba a entender que no siempre salir es la mejor opción. Quedarse bajo las baldosas tampoco está tan mal, cada uno decide cuál es su sitio.
No sé .. hay momentos para todo, quedarse dentro, ensimismarse ayuda a la reflexión.. pero luego hace falta el sol , sociabilizarse con una cerveza y los amigos al sol,.. es lo mejor…